La delgada línea entre el ingreso y la omisión
En el mundo contable, hay números que gritan y números que callan, y entre esos silencios que pesan más que cualquier cifra, están las ventas no registradas, las que no figuran, las que no se declaran, las que, aunque existieron, no dejaron huella formal, pero su sombra… siempre queda.
El Registro de Ventas no es un simple libro, es en muchos sentidos, el corazón económico de la empresa. Allí se inscriben los ingresos que alimentan el flujo operativo, se determinan los impuestos por pagar y se estructura buena parte del Estado de Resultados, sin este registro no se puede saber cuánto realmente produce una organización, el Estado de Situación Financiera queda incompleto, maquillado o francamente distorsionado.
Según la NIC 18, una venta debe reconocerse cuando se transfiere el control y los beneficios económicos al comprador, no cuando se quiere, ni cuando conviene, sino cuando ocurre. Esa norma internacional, tan clara como exigente, rige sobre todo en empresas medianas y grandes que reportan bajo NIIF, donde las ventas se reconocen con precisión, sus efectos se miden, y su impacto se refleja en toda la cadena financiera y tributaria.
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