Métodos PEPS y PROMEDIO
A veces, la historia de una empresa no se escribe con palabras, sino con cajas apiladas, cajas que entran, salen, se transforman o se quedan demasiado tiempo sin razón. En ese tránsito silencioso vive uno de los pilares más sensibles de toda organización: el inventario.
Los inventarios no son objetos dormidos, son activos realizables, aquellos que se venden, se consumen, se transforman. Viven para moverse, no son como los activos fijos que reposan en la fábrica o en la oficina, están hechos para desaparecer… pero dejando su huella, esa huella se llama costo de ventas.
El tratamiento que se les dé a los inventarios afecta directamente al Estado de Resultados, el costo de lo vendido —ese número que separa la ilusión de facturar del beneficio real— depende de cómo valoremos lo que salió. Si sobrestimamos el inventario final, maquillamos la ganancia, si lo subestimamos, nos castigamos innecesariamente. El inventario, entonces, no es solo físico, es también moral.
La NIC 2 —la norma internacional que guía este universo— exige que se reconozca el inventario al costo o al valor neto realizable, el menor de ambos. ¿Y cómo se calcula ese costo? Allí entran los métodos: PEPS y PROMEDIO.
- El PEPS (Primero en Entrar, Primero en Salir) prioriza lo antiguo. El costo más antiguo es el que primero se traslada al gasto, es muy usado en negocios donde los precios suben rápido, como en la industria química o alimentaria. Por ejemplo, una empresa pesquera que trabaja con materia prima que se encarece semana a semana, puede reflejar costos bajos en su inventario final, pero márgenes más ajustados.
- El PROMEDIO ponderado, en cambio, busca equilibrio, suaviza las fluctuaciones del mercado y permite una lectura más estable, es ideal para empresas con compras frecuentes y precios relativamente constantes. Una empresa de servicios logísticos que maneja artículos de oficina, uniformes o embalajes puede encontrar aquí una brújula confiable.
El impacto no se queda en el resultado del mes, el inventario, como activo corriente, figura en el Estado de Situación Financiera, sobreestimarlo puede inflar la salud financiera, subestimarlo puede negar recursos a un posible crédito. Para una empresa textil exportadora, tener claro cuánto tiene y cuánto vale no es una opción, es la diferencia entre obtener un financiamiento o ser descartada.
En las grandes cadenas de retail como Falabella o Ripley, donde cada SKU puede marcar la diferencia entre una temporada exitosa o una pérdida millonaria, los inventarios se controlan como si fueran vida o muerte. Y no exagero, un error en el sistema puede significar millones de soles en pérdidas, en productos vencidos o en decisiones erradas.
Pero el mismo principio aplica, de forma más silenciosa pero igual de crítica, en una tienda de barrio, en una panadería artesanal, en una bodega que abastece una comunidad entera. Saber qué se tiene, a qué costo, y cómo se mueve, es el primer signo de una empresa que se respeta a sí misma.
Los inventarios son, al final, una memoria viva, una promesa de venta, un recordatorio de que el presente de una empresa se juega entre lo que entra y lo que sale, y que lo que no se controla… desaparece.