Estados Financieros

El Estado de Resultados, el espejo final de la verdad financiera

Hay un momento, al final de cada periodo contable, en que la empresa ya no puede ocultarse, todo lo que hizo, todo lo que omitió, todo lo que ganó o perdió, queda plasmado en un solo documento, el Estado de Resultados Integrales. Es allí donde los ingresos y egresos, los aciertos y errores, el crecimiento o el desgaste, se exponen sin matices, es la confesión financiera de la organización.

Este estado no surge de la nada, su estructura, contenido y forma están regidos por principios contables universales y normas internacionales. La NIC 1 – Presentación de Estados Financieros, en armonía con la NIIF 15 – Ingresos de Actividades Ordinarias, establece cómo deben reconocerse y presentarse los ingresos. La NIC 12 aborda el tratamiento del impuesto a la renta, y detrás de cada cuenta —de cada cifra— está también el peso del devengo, de la prudencia, del registro oportuno, porque más allá del formato, lo que importa es que el resultado refleje la realidad.

El Estado de Resultados Integrales no se limita a mostrar la utilidad neta, integra también otros resultados globales como revaluaciones, coberturas de flujo de efectivo, conversiones de moneda extranjera, entre otros. Refleja no solo el desempeño operativo, sino también el impacto de decisiones contables complejas y de movimientos patrimoniales que no se registran directamente en la utilidad neta.

En Perú, su elaboración también está enmarcada por la normativa de la SUNAT y la Superintendencia del Mercado de Valores (SMV). Mientras SUNAT vela por la veracidad tributaria —verificando que los ingresos gravados y los gastos deducibles sean correctos—, la SMV se centra en la transparencia del reporte hacia los inversionistas y el mercado. Para empresas supervisadas, presentar estados con errores, omisiones o maquillaje, es no solo un delito, sino una traición a la confianza pública.

Y aún así, en muchas pequeñas y medianas empresas, se insiste en manipular el resultado, reducir ventas, inflar gastos, postergar ingresos, todo para aparentar una pérdida que ahorre impuestos, lo paradójico es que, mientras creen estar ganando, están deteriorando su propia imagen ante bancos, socios, proveedores e incluso trabajadores.

El procedimiento para elaborarlo puede variar en complejidad, pero el fondo siempre es el mismo, partir de las ventas ordinarias, restar el costo de ventas, llegar a la utilidad bruta, luego deducir los gastos operativos, añadir ingresos financieros, restar gastos financieros, ajustar impuestos, y obtener el resultado final, en algunos casos, también se incluyen resultados extraordinarios o componentes discontinuados.

Aquí es donde la NIC 1 ofrece dos métodos reconocidos para la presentación de gastos:

  1. Por naturaleza del gasto, donde los costos y gastos se agrupan según su tipo (sueldos, depreciaciones, materiales, servicios, etc.), sin reasignarlos por función. Es directo, fácil de auditar, y muchas veces elegido por empresas que priorizan transparencia en la composición del gasto, en el PCGE, este método se estructura detalladamente a través del elemento 6: cada gasto se identifica con claridad por lo que es.
  2. Por función del gasto, donde los costos y gastos se clasifican según su destino en la organización (costo de ventas, gastos administrativos, gastos de ventas). Este método requiere una distribución adecuada de los gastos por centros de costo, y es común en empresas más estructuradas, en este caso, en el PCGE, se utiliza el elemento 9, donde cada cuenta representa la función que cumple dentro del flujo de operaciones.

La elección entre uno u otro método no es solo técnica, refleja cómo la empresa se piensa a sí misma: ¿prefiere mostrar qué gasta? ¿O para qué gasta? Ambas respuestas son válidas, siempre que se respete el principio de consistencia y la presentación sea fiel, comprensible y comparable.

Las casuísticas enriquecen la comprensión de esta estructura, un restaurante, por ejemplo, debe distinguir entre ingresos por ventas y propinas voluntarias no facturadas, una minera debe determinar el momento del devengo según el avance de producción, una consultora debe reconocer ingresos por servicios no terminados, si ya fueron entregados parcialmente. Cada giro económico obliga al contador a aplicar juicio según las normas.

Pero por sobre todo, elaborar el Estado de Resultados es un acto ético, es donde el contador y la empresa se enfrentan a la verdad, es donde se define si la utilidad que se presenta es fruto del esfuerzo… o de los registros mal realizados intencionalmente.

Este estado, más que un documento financiero, es una radiografía, es donde los errores se hacen visibles, donde las estrategias se validan, donde el desempeño se juzga.

Y en un mundo donde la información contable guía decisiones millonarias, elaborar el Estado de Resultados con rigor y transparencia no es una opción, es un deber moral, porque no hay peor pérdida que mentirse a uno mismo.