Hay disciplinas que viven en la superficie del mundo —ruidosas, visibles, encendidas— y otras que habitan en el subsuelo, en un silencio solemne donde, sin llamar la atención, sostienen el orden de lo que existe, la contabilidad pertenece a esta última especie. No hace alarde, pero sin ella, nada se sostendría en pie, y dentro de su núcleo, el proceso contable con sus tres actos inevitables: apertura, movimiento y cierre, es la estructura oculta que sostiene la verdad financiera.
Todo comienza con la apertura, ese momento inaugural que no surge de la nada, sino que carga consigo el peso de un legado, el saldo inicial de cada cuenta, como si el tiempo se plegara sobre sí mismo, el asiento de apertura recoge los últimos vestigios del año anterior y los deposita como punto de partida. Aquí no hay olvido, cada activo, cada pasivo, cada cifra patrimonial representa una historia previa que se transforma en punto de arranque, permitiendo que el nuevo ejercicio no sea una invención, sino una continuidad.
Seguir leyendo →