Cuando el banco y la empresa deben hablar el mismo idioma
Hay un momento, en toda gestión contable, donde los números parecen enfrentarse entre sí, por un lado, está lo que la empresa cree tener en el banco, por otro, lo que el banco realmente dice que tiene. Y entonces aparece un ejercicio silencioso, paciente y revelador, la conciliación bancaria.
Lejos de ser un trámite más, conciliar es reconciliar dos verdades que no siempre coinciden, pero que deben encontrarse. Es un proceso que exige rigor, memoria, humildad y, sobre todo, honestidad, porque cuando la empresa empieza a mentirse sobre su liquidez, todo lo demás comienza a tambalear.
La conciliación bancaria consiste en comparar el saldo de la cuenta corriente según los libros contables de la empresa, con el saldo que aparece en el estado de cuenta emitido por el banco. ¿La diferencia se explica?, ¿no se explica?, ¿se investiga?, porque cada desajuste tiene un nombre, cheques en tránsito, depósitos no registrados, cargos bancarios omitidos, abonos duplicados, errores humanos… o intencionales.
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